TRABAJO PRÁCTICO N° 9
CONECTORES
CONECTORES
1. ORDENA secuencialmente las proposiciones del siguiente texto:
EL LOBO Y EL PERRO
Al escuchar esto, el lobo se imaginó que tendría un buen futuro y que ya no pasaría hambre ni frío. Por lo tanto, decidió irse con el perro.
Un día, el lobo encontró a un perro robusto y bien alimentado, que se había alejado de la casa donde vivía y estaba perdido. El lobo, en otro momento, lo hubiese atacado y se lo hubiera comido; sin embargo, su flacura y debilitada actual no eran buenas armas para enfrentarse a un enemigo de aspecto tan fuerte y saludable. Así que decidió acercarse con la mayor cortesía y conversar con él.
- Te felicito, amigo. Tu estado físico es admirable – dijo el lobo.
- Amigo lobo – respondió el perro -, lamento no poder retribuir el elogio. Por cierto, no te ves muy bien.
- ¿Y qué podría hacer para estar mejor?
- Ven conmigo y ayúdame a encontrar mi casa. Allí tendrás techo y comida y además, cada tanto, recibirás algunas caricias.
- ¿Y qué voy a hacer a cambio?
- Casi nada: cuidar la casa, perseguir a los ladrones, jugar con los niños y complacer al amo – le explicó el perro.
- Es muy sencillo: deberías abandonar el bosque. Los animales que viven en él nunca tienen asegurado el alimento y además sufren los rigores del tiempo: el calor, la lluvia, el viento, la nieve.
- ¿Y adónde se podría ir? – preguntó el lobo interesado.
Había una vez un lobo hambriento, tan flaco que no tenía más que piel y huesos. Hacía ya muchos días que no encontraba nada para comer y se sentía muy débil.
Pero, mientras iban caminando, el lobo descubrió que su compañero tenía el pescuezo algo pelado.
- No siempre. Sólo cuando el amo me deja. Pero eso, ¡qué importa?
- A mí me importa, y mucho. Me importa tanto que renuncio a la comida y al bienestar que me ofreces. Tú estás preso, jamás sales de la casa ni puedes andar libremente por el bosque.
Y dicho esto, el lobo se echó a correr. Corrió y corrió hasta que el perro ya no pudo verlo.
- ¿Qué es eso? – quiso saber el lobo.
- ¡Ah! ¿Esto? Nada importante. Es la marca que me deja el collar al que suelo estar atado.
- ¿Atado? – exclamó el lobo - ¿No puedes ir y venir a tu antojo?
2. INDICA la macroestructura del texto y USA las macrorreglas para elaborar un resumen y a partir de este una síntesis.
3. SEÑALA el tema y rema de los siguientes párrafos.
Al escuchar esto, el lobo se imaginó que tendría un buen futuro y que ya no pasaría hambre ni frío. Por lo tanto, decidió irse con el perro.
Había una vez un lobo hambriento, tan flaco que no tenía más que piel y huesos. Hacía ya muchos días que no encontraba nada para comer y se sentía muy débil.
Un día, el lobo encontró a un perro robusto y bien alimentado, que se había alejado de la casa donde vivía y estaba perdido. El lobo, en otro momento, lo hubiese atacado y se lo hu
biera comido; sin embargo, su flacura y debilitada actual no eran buenas armas para enfrentarse a un enemigo de aspecto tan fuerte y saludable. Así que decidió acercarse con la mayor cortesía y conversar con él.
Y dicho esto, el lobo se echó a correr. Corrió y corrió hasta que el perro ya no pudo verlo.
Pero, mientras iban caminando, el lobo descubrió que su compañero tenía el pescuezo algo pelado.
4. SUBRAYA los marcadores u operadores textuales, los conectores y los ordenadores discursivos.
Los bichitos de luz (leyenda guaraní)
Tupá, el Dios de los guaraníes, creó a los hombres y mujeres y los puso so¬bre la Tierra, que tenía todo lo necesario para que ellos vivieran felices.
Sin embargo, al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que a los hombres se les hacía muy duro sobrevivir en las frías y oscuras noches de invierno. Por eso les envió el fuego y se retiró a descansar, muy contento con su trabajo.
Entonces Añá aprovechó la ocasión para visitar la Tierra. Esperaba en¬contrar a los hombres sufriendo y temblando de frío y pensó que eso le daría una gran alegría.
Pero... ¿qué espectáculo se ofrecía a su furiosa mirada? ¡Los hombres esta¬ban felices! Se reunían alrededor de grandes fogatas y compartían el alimento, se calentaban y se hacían compañía. El fuego los unía, los hacía sentirse agra¬dablemente bien. Les daba un hermoso calorcito por fuera y por dentro.
Añá no pudo soportarlo. Él amaba la muerte, el hambre, las guerras... ¿Có¬mo podría imponerlas en la Tierra, si parecía que los hombres se entendían ca¬da vez mejor y adquirían una nueva fortaleza al estar juntos? El fuego tenía la culpa. Él lo destruiría, o dejaría de llamarse Añá, el poderoso Espíritu del mal.
Entonces transformó su aliento en terribles vientos. Sopló por todas par¬tes, en busca de grandes fogatas y de tímidos fuegos, para apagarlos de una vez y para siempre. Millones de chispas se desprendían de las hogueras, que volaban blandamente por el aire hasta desvanecerse.
La angustia de los hombres era terrible; trataban por todos los medios de proteger sus fuegos, pero nada podían contra la fuerza de Añá. Los llantos y los gritos de desesperación despertaron a Tupá, que se asomó a la Tierra y vio cómo brillaban las infinitas chispas desprendidas de los fuegos.
De inmediato comprendió que Añá estaba haciendo de las suyas. Pensó rápidamente y decidió darle una lección que lo hiciera desistir de molestar para siempre a sus amados hombres. Entonces convirtió las chispas en pe¬queñísimos insectos que, al volar, lanzaban una luz que se encendía y se apa¬gaba todo el tiempo.
Añá no se dio cuenta, y comenzó a perseguirlos pensando que eran chis¬pas de verdad. Soplaba y soplaba, pero no lograba apagarlas del todo. Así se fue alejando poco a poco de las fogatas, empeñado como estaba en destruir hasta la última partícula de fuego.
En tanto, con la ayuda de Tupá, los hombres aprendieron a conservar en¬cendidas las brasas, para nunca más quedar expuestos a la maldad de Añá. Este, cansado de resoplar sin éxito, se retiró a una profunda cueva en las en¬trañas de la Tierra, a pensar alguna nueva manera de castigar a los hombres.
Pero los insectos se quedaron en la Tierra, y desde ese entonces, como el fuego, hacen compañía a los seres humanos iluminando las noches con un guiño de luz. Los guaraníes los llamaron isondúes y hoy se los conoce con el nombre de luciérnagas o bichitos de luz.
Anónimo
5. CLASIFICA los conectores subrayados.
6. USA distintos conectores para unir las proposiciones que siguen y FORMA no menos de cuatro párrafos. Sigue el modelo.
Su familia estaba preocupada. Ella no salía de su habitación.